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Conceptos caducos.

Retomo el blog, tras mucho tiempo sin tiempo para actualizar, repasando algunos conceptos caducos pero aún presentes en la mayoría de empresas, que son origen de muchos problemas.

  1. Conocimiento es poder.
  2. Opacidad
  3. Horarios
  4. Jerarquías
  5. Enchufismo

Caducidad

Conocimiento es poder.

Fue Sir Francis Bacon quien pronuncio esta frase, pero estoy seguro de que cuando la dijo no pensaba en las connotaciones negativas de la misma.

Cierto es que disponer de conocimientos proporciona una ventaja sobre el resto, más aún cuando eres el único que los posee en su totalidad.

Pero en la actualidad este concepto puede perjudicar más que ayudar cuando hablamos del global, de la empresa, pues es un mundo donde el conocimiento se transmite a la velocidad de la luz y se encuentra a unos pocos clicks de distancia, son muchos los que han optado por defender su posición secuestrando dicho conocimiento.

Mucha veces es la inseguridad a perder ese poder o ventaja sobre los demás, la que ha llevado a muchos a crear espacios estancos donde puedan controlarlo todo mediante la exclusividad de los conocimientos que se aplican. De esta forma en muchas empresas se crean ‘chiringuitos’ donde alguien ostenta el máximo poder, controlando a quien trabaja para él y no permitiendo que nada salga del mismo.

¿Problemas?

Por una parte se convierten en ‘imprescindibles’, dado que son los únicos que lo saben todo. Por otra parte impiden la lógica evolución de tu negocio, el cambio necesario para mejorar y ser mejores, manteniéndose en desventaja contra otros competidores o generando altos costes al no permitir que se optimicen procesos o se creen mejores soluciones.

Y muy importante también es que la gente que cae en uno de estos departamentos estancos tiene poca movilidad dentro de la empresa, al limitarse su visión y conocimientos a lo que allí se hace, perdiéndose las ventajas de compartir experiencias y conocimientos con otros grupos dentro de la organización.

Opacidad.

opacidad

Del lat. opacĭtas, -ātis.

1. f. Cualidad de opaco.

opaco, ca

Del lat. opācus.

1. adj. Que impide el paso a la luz, a diferencia de diáfano.

2. adj. Oscuro, sombrío.

3. adj. Triste y melancólico.

Cuando hablo de opacidad me refiero a la falta de transparencia, a esas empresas donde la información apenas circula pero más allá de esos espacios estancos a los que me refería en el primer punto.

La falta de fluidez entre las capas o estratos dentro de la jerarquía de la empresa, cuando información importante sobre los objetivos y políticas de la empresa (o incluso su buena o mala marcha) no se transmite, manteniendo a quien está por debajo en tinieblas y sin saber qué se hace, hacia dónde se va o cómo encaja su trabajo dentro de la empresa.

El problema con este punto es el malestar que se genera, la inseguridad de no saber si lo que se hace es importante o no, o la incertidumbre sobre la viabilidad de la propia empresa cuando las cosas no van bien y surgen los rumores.

 

Horarios.

Este es un punto importante y muy en boga hoy en día con el tema de la conciliación laboral.

Dentro de las tareas que una persona puede realizar siempre habrá tareas para las que necesite interactuar directamente con otros, y tareas que puede realizar solo.

Hoy en día la tecnología nos permite ahorrarnos miles de euros en viajes para acudir a una reunión con un cliente (sobre todo si está en otro país), mediante tele o video conferencias.

Pero a nivel de empresa, aún sigue muy arraigado el concepto de horarios estrictos y poco flexibles que hay que cumplir a rajatabla, que pueden suponer un problema para quienes tengan familia y deban cuidar de ellos, para quienes son más productivos a horas del día distintas a las habituales, o para quien tiene que realizar un largo desplazamiento diario para acudir a un centro de trabajo.

Obviamente la actividad de una empresa debe regirse por un horario siempre que se pueda, pues ayuda a coordinar esfuerzos, pero hay que ser flexible cuando se pueda y la gente lo requiera.

Un padre o madre que pueda acudir sin prisas a recoger a sus hijos a la salida del colegio, o que pueda quedarse a trabajar en casa cuando lo requiera. Una persona que pueda ahorrarse 2-3 viajes semanales, ahorrando tiempo y dinero, cuando sus tareas y planificación lo permitan.

Todas esas personas valorarán más positivamente nuestra empresa y la comodidad que les proporcionamos, considerándolo un valor añadido.

Jerarquías.

De acuerdo, un barco siempre necesita un capitán, pero ese capitán debe liderar más que mandar, y sobre todo dejar que quienes le acompañen en su travesía hagan su trabajo.

El exceso de jerarquía, el exceso de personas que ostentan algún cargo con capacidad de decisión o de bloqueo, nos perjudican al hacer que nuestra empresa sea mucho menos ágil de lo que nos convendría.

En un mercado tan global, donde todo se sucede tan deprisa, ser lento es lo peor que puedes ser para competir y participar en los negocios.

Por ello tener un exceso de ‘jefes’ supone un enorme lastre cuando las decisiones que no deberían llevar más de unas horas o días, se convierten en paseos de meses en los que perdemos cualquier tipo de ventaja y nos obliga a ir siempre a remolque.

O cuando dificultan que las decisiones y políticas de empresa, se difundan con la suficiente rapidez y claridad a todos.

Además las enormes jerarquías añaden más opacidad, generan más departamentos estancos y son confusas para el resto de trabajadores que cuando miran hacia arriba solo ven un montón de jefes que en lugar de ser aliados se convierten en escollos que salvar.

Una estructura más plana, donde se reduzca el número de jefes pero se permita que emerjan más líderes, es mucho más cómoda para los trabajadores y más efectiva para la dirección.

 

Enchufismo.

Seamos claros, pese a que muchas empresas hayan intentado tomar medidas, el enchufismo sigue estando a la orden del día.

Seguro que muchos podríamos explicar casos claros en el día a día de nuestro trabajo, donde familiares de algún jefe o ese ‘colega’ se ven continuamente beneficiados desde arriba, hagan lo que hagan (o lo que es peor, aunque no hagan nada productivo).

La primera consecuencia es el malestar entre los trabajadores, que tienen que soportar al enchufado de turno y ver cómo promociona mientras ellos siguen estancados.

Luego están los errores cometidos por personas que ostentan puestos a los que han accedido sin estar preparados, que además suelen repetir en sus errores al sentirse protegidos desde arriba, que acarrean costes extras por planificaciones no cumplidas o cumplidas con deficiencias importantes.

Aunque para mí el peor es que mata cualquier tipo de iniciativa en el resto, que o bien terminan marchándose o bien se acomodan a lo que hay tras perder cualquier ilusión de progresión.

Por ello, es importante que una empresa se base en la meritocracia, recompensando los esfuerzos y méritos individuales y de grupos, para conseguir una mayor implicación en el trabajo diario.