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Dame un objetivo.

Hace unos días, tras el regreso de las vacaciones, un compañero me comentaba que tras la última reorganización aún no tenía claro en qué situación quedaba ni qué debía hacer, dado que su hasta entonces responsable ya no le comunicaba qué debía hacer, y su nuevo responsable estaba aún en la vorágine del cambio y no había hablado con él.

Le pregunté entonces sobre qué estaba haciendo, respondiéndome que seguía con el trabajo que le habían asignado antes de irse de vacaciones y realizarse los cambios, pese a que sabía (de forma no oficial) que posiblemente no valdría para nada.

 

Esto me hizo recordar la importancia de la comunicación en una empresa, pero también la necesidad de que en nuestro día a día tengamos siempre un objetivo claro y que asumamos como válido y útil, para poder afrontar cada jornada laboral.

En este caso claramente la comunicación no estaba funcionando al 100%, pero  en parte también porque, como supe después, desde arriba aún estaban por decidir las nuevas estrategias y objetivos a seguir.

Lo curioso del caso es ver cómo ante una falta temporal de liderazgo, este compañero (como otros más) habían optado por aferrarse a su anterior objetivo, pese a saber que no tendrá continuidad.

Esto me hizo pensar en que en una empresa, al igual que en un ejército en una batalla, todos necesitamos tener una serie de objetivos que nos ayuden enfocar nuestro trabajo y esfuerzos, y una persona que nos dirija hacia ellos.

 

No en vano, la palabra objetivo proviene de ‘ob-jactum‘ que significa ‘a donde se dirigen nuestras acciones‘, y no solo nos valen para saber qué buscamos cuando realizamos nuestro trabajo, si no también como refuerzo de la legitimidad de lo que hacemos (vamos por el buen camino/hacemos lo que debemos hacer) y evaluar nuestra eficacia y productividad.
Por todo ello, todos los que tenemos la responsabilidad de liderar o supervisar a un grupo de personas, desde los niveles más inmediatos a los superiores, debemos tener siempre presente no solo la necesidad de mantener los canales de comunicación adecuados si no también de ser consciente de que tengan claros sus objetivos.
Y además de transmitir los objetivos adecuados, asegurarnos de:

  • Mantener su validez o cambiarlos por unos nuevos ante cambios estratégicos.
  • Que sean realistas para que cada persona, o las personas, que los reciban crean en ellos y no los den de lado. Unos objetivos no creíbles, pueden ser aún peor que no tener objetivos claros.

 

No tener esto en cuenta, dejando que tu equipo, o equipos de trabajo, trabajen sobre objetivos poco claros, no realistas o sin la convicción de que sirvan para algo, terminan provocando situaciones caóticas y desmotivadoras que afectan negativamente al trabajo y la productividad.